por Sebastián Arana
Lucas Menossi, Juan Ramírez, Mauro Pittón, Bruno Pittón, Ramón Arias, Ángel y Oscar Romero, Santiago Vergini, Adam Bareiro y Ezequiel Cerutti, más el regreso de Nicolás Navarro de su préstamo en México, en el mercado de invierno. Nicolás Fernández, Alejandro Donatti, Ignacio Piatti, Diego Rodríguez y Fernando Monetti, en el de verano.
San Lorenzo compró como para terciar entre los dos súper grandes en la pelea por el título o, en el peor de los casos, asegurarse el regreso a la Copa Libertadores.
Pero, se sabe, el fútbol no es una ciencia exacta y billetera y equipo no son sinónimos. Los de Boedo, cuyo plantel ya se “comió” dos técnicos durante la temporada, bien lo saben.
De ahí que, más allá del resultado, las diferencias entre un Aldosivi esforzado y este San Lorenzo millonario no hayan sido marcadas en muchos pasajes del partido. Voluntad y alguna noción colectiva más afianzada pueden equiparar a apellidos ilustres de dudoso presente y escasa movilidad.
De ahí también que el espectador más o menos neutral haya tenido que dirigir su vista seguido a las tribunas para entretenerse con el espectáculo del duelo de hinchadas.
Principalmente, durante un primer tiempo soso. Al “Soy del Cuervo” de un lado, respondía bien fuerte el “Soy del Puerto” del otro. El fútbol con dos hinchadas en el estadio fue, es y será una fiesta.
Equiparar, emparejar, claro, no es lo mismo que superar. A Aldosivi le dio sólo para complicar a San Lorenzo. En desventaja rápido, para soñar con arrancarle un empate. Una ilusión que acarició casi hasta el tiempo agregado.
Y en el cotizado plantel de Boedo conviven nombres estelares con pibes con hambre, que juegan y van al frente.
Como el “Tanque” Gaich, autor del decisivo segundo gol con la complicidad de Pocrnjic, Julián Palacios o el lateral Marcelo Herrera, de lo mejor del partido con su ida y vuelta permanente y su vocación para atacar y pisar el área.
Sin actuaciones colectivas para recordar, ni mucho menos, los detalles individuales marcaron la diferencia. El gesto técnico de Ángel Romero para sacar el centro con muy poco espacio y en una pierna para que conecte Pittón de cabeza en el primer gol. La inocencia de Bazzana para seguir a Gaich en el segundo tanto “santo”. El excelso pie izquierdo de Oscar Romero en el tiro libre que definió el partido. Pinceladas. Pocas. Decisivas. Billetera no hace equipo. Pero, a veces, mata galán.